El quién es quién de la dividida barra brava de Independiente tras la barbarie contra los hinchas de Universidad de Chile en la Copa Sudamericana

El quién es quién de la dividida barra brava de Independiente tras la barbarie contra los hinchas de Universidad de Chile en la Copa Sudamericana

La barbarie se adueñó del partido de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y la Universidad de Chile y, mientras se espera por la recuperación de los heridos y principalmente de los tres más graves, incluido el fanático del equipo chileno que se arrojó al vacío, comienza un proceso para establecer culpabilidades luego de uno de los sucesos más nefastos en la historia del fútbol sudamericano.

Los diferentes integrantes de la barra brava del ‘Rey de Copas’, lógicamente, serán mirados con lupa por la Justicia, aunque no hubo ningún detenido el miércoles por la noche en el estadio Libertadores de América – Ricardo Bochini. Pero, ¿quiénes son estos violentos hinchas, si es que se los puede llamar así, que se metieron de prepo en la tribuna visitante del Libertadores de América y lincharon a sus rivales con golpes de puño, patadas y palazos?

El principal responsable de este grupo es Juan Ignacio Lenczicki, quien además de ser líder de la barra brava tiene protagonismo en los negocios de la Villa 21-24, uno de los asentamientos populares más importantes de la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Barracas. Junto a él, “trabaja” Mario Nadalich, según detalló el periodista Gustavo Grabia, especializado en las internas de los grupos violentos.

“Tienen todo el apoyo de la Policía, absolutamente todo el apoyo. Viajan con micros pagos por el club, con móviles policiales por delante y por detrás, para que la barra disidente no los ataque en ningún lado. Hablan con el comisario de la Primera de Avellaneda, que es la que tiene la jurisdicción sobre esa zona, como yo estoy hablando con ustedes ahora sin ningún problema”, detalló Grabia en diálogo con Radio con vos 88.9.

La barra actual no apareció de la nada. Es heredera directa del aparato que construyó Pablo ‘Bebote’ Álvarez y que luego fue capitalizado durante el último tramo de la presidencia de Hugo Moyano. Incluso después del recambio dirigencial en el club, nada se modificó: la estructura se mantuvo intacta.

Detrás de Nadalich y Lenczicki, emergen figuras menos visibles pero igualmente decisivas del lado de la denominada barra ‘disidente’, con los hermanos David y Emanuel Escubilla. Ellos fueron quienes aprovecharon el vacío de poder tras la caída del anterior jefe de la barra, consolidando una estructura que combina manejo territorial, recursos económicos y respaldo político. Ambos grupos conviven, uno en cada tribuna cabecera del estadio.

El grupo oficialista no solo controla la tribuna, sino que extiende su influencia a zonas de la Ciudad de Buenos Aires, particularmente la Villa 21-24, donde operan con vínculos estrechos con redes de narcotráfico. Aunque su origen no está en Avellaneda, la articulación con referentes locales les permitió establecerse como los actores dominantes en el universo del club. La estructura se sostiene gracias a contactos con las fuerzas de seguridad y el entramado político, lo que garantiza impunidad para sus operaciones.

De hecho, hubo un trabajo de estrategia de guerra para poder ir a buscar a los hinchas chilenos en la Tribuna Sur Alta, ya que los líderes primero intentaron ingresar por el acceso principal distrayendo a la Infantería, momento en el que aprovechó la segunda línea de combate para romper un portón por el anillo interno y empezar el ‘linchamiento’ que dio la vuelta al mundo.

En ese contexto, la Policía Bonaerense aparece como actor protagónico en un sistema que se autorregula. Las divisiones locales —como la DDI de Avellaneda y la Comisaría Primera— no actúan bajo órdenes del poder político provincial, sino bajo sus propias reglas. El poder institucional para frenar esta dinámica es limitado o nulo. Incluso se menciona que el propio intendente Jorge Ferraresi podría, en el mejor de los casos, marcar límites parciales, pero sin capacidad real de intervención profunda.

El club, por su parte, también juega un rol clave en el sostenimiento del status quo. Como ocurre en muchos otros clubes del fútbol argentino, se establece un pacto tácito con las barras: el club otorga recursos, entradas, movilidad y otras funciones logísticas a cambio de que se evite la violencia o dañen la imagen institucional. La connivencia es evidente y funcional para ambas partes.

En este contexto, los graves hechos de este miércoles no fueron un estallido espontáneo, sino el resultado previsible de esta maquinaria que opera con libertad hace años. La repercusión de los incidentes no hará que la acción violenta de la segunda línea de la barra brava oficial de Independiente sea ‘gratuita’. Ya se trabaja en la identificación de los responsables mediante la gran cantidad de imágenes que circularon para incluirlos en el Derecho de Admisión.

No se trata de un problema de tribuna, sino de una red criminal con intereses múltiples, protección institucional y capacidad de daño real. En Independiente, como en muchos otros clubes, el fútbol ya no es solo un juego: es el escenario de una disputa de poder donde el que manda no siempre está en la dirigencia, sino en las sombras.