Amy Fleurilus sobrevivió a un terremoto y hoy sueña con debutar en Belgrano

Amy Fleurilus sobrevivió a un terremoto y hoy sueña con debutar en Belgrano


Sobrevivió a un terremoto, emigró de niño, se hizo “argentino y cordobés”, jugó en Talleres, pero ahora sueña con ser futbolista profesional en Belgrano. La historia de Amy podría iniciar desde muchas perspectivas, y sin dudas, da para una novela; pero es la vida real, la increíble vida de Amy Fleurilus, que tiene 18 años, se destaca en la 5a de Belgrano en AFA y da que hablar con su juego vertiginoso en el ‘Pirata’.

Los caminos de la vida, que a veces parecen escritos por un novelista, hicieron que Amy llegara a Córdoba. Arribó desde Haití, con apenas tres años, sin recuerdos, sin idioma, sin certezas. Lo trajo un destino que se camufló en la tragedia: el terremoto de 2010, que devastó su país. En esa catástrofe, cuenta, no perdió familiares pero sí se activó una decisión entre adultos que le cambiaría el rumbo. “Fue un acuerdo entre las familias. Me dieron en adopción… porque con tres años y medio, dentro de una catástrofe tan grande, posiblemente y por cómo estaba el país, no era lo mejor para mí”, cuenta.

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Quien lo trajo hasta Córdoba fue su tío Gerard, un cura haitiano, que conectó con una familia argentina para que lo adoptara. “Al principio mi mamá, mi mamá de acá, digo, Vivi, le dicen así aunque se llama Silvina, no iba a adoptar, porque ya tenía un hijo de seis, siete años, y tenía miedo de cómo se lo iba a tomar si venía un chico de su misma edad. Pero después hablaron y… terminé viniendo yo para esta familia”.

Y ‘Vivi’ lo cobijó. “Mi mamá”, le dice. “Amo a mi mamá”, repite a lo largo de la charla con Perfil Córdoba. Pero aclara, con una madurez que llama la atención: “No perdí a mi familia de sangre, fue una decisión. Me dieron una oportunidad. No era lo mejor para mí quedarme allá”.

Dice “allá”, porque de su país no tiene más que fogonazos: recuerdos sueltos que no arman un todo. A Córdoba vino con dos primos: uno de ellos juega en las inferiores de Instituto (Peter Camara). Actualmente, Amy vive en Salsipuedes con su mamá y su hermano.

–¿Reflexionaste sobre lo que significa sobrevivir a un terremoto tan fuerte?

–Lo pensaba cuando era más chico, ya no. Obvio que estoy agradecidísimo a Dios, se que fui un afortunado. Pero ahora ya es como que no me pongo a pensar mucho. Cuando lo pienso, agradezco, porque fue algo grande y catastrófico, y estoy vivo.

La pelota como aliada

Su hermano Alejo jugaba a la pelota, y eso lo motivó. “Yo quería ser como él”, cuenta. Entonces empezó a jugar en el primario, en el colegio José Peña. Pero al jugar al fútbol encontró algo más. “Lo empecé a tomar como una salida de todo ese caos que pasó… y empecé a ver que disfrutaba muchísimo jugando. Lo sentí como una terapia”, dice.

Y ese “escape” creció. Comenzó a jugar en Talleres a los siete años. Después apareció un problema: “por papeles”, no podía jugar en AFA. Después, un conflicto entre el club y la Liga

Cordobesa, se le cerraron más puertas. A fines de 2021, fue cedido a préstamo a Las Palmas. Jugó un año, quedó libre de Talleres, y decidió quedarse con los ‘Azules’, donde tras una gran temporada, surgió la posibilidad del ‘Pirata’.

Lucas Sosa, coordinador de Las Palmas, lo propuso para una prueba en Belgrano. Enrique Borrelli lo vio y lo aceptó. Está en el club desde el 2024 y este año debutó en los torneos de AFA.

–¿Cómo te recibió Belgrano, tus compañeros, por tu pasado albiazul?

–Belgrano me recibió perfecto, muy bien, me sentí muy cómodo realmente, mis compañeros también me recibieron muy bien. Obvio que la primera semana fue medio chocante, porque fueron ocho años enfrentándonos en clásicos, con puteadas de por medio ja,ja,ja. Pero después fui uno más del grupo, nunca me excluyeron. Excelente el trato con todos.

–¿Y qué significa para vos representar a un club como el ‘Pirata’?

–Mucho sentido de pertenencia por la camiseta. Estoy muy contento y muy orgulloso. Cuando pasé de Talleres a Las Palmas fue difícil, pero no como un bajón, porque Las Palmas es el club de mis amores. Pero me costó, tuve que adaptarme. Entonces, cuando quedé en Belgrano fue un orgullo, porque realmente me costó muchísimo, trabajé con psicólogos deportivos. Belgrano es un club gigante.

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Gratitud

Como futbolista, Amy es extremo, puede jugar por izquierda o por derecha, se destaca por su velocidad y en el uno contra uno. Y como tipo tiene muchas virtudes, pero se destaca en su gratitud.

–¿Con qué soñás?

–¿Con qué sueño? Con cumplir con mi objetivo en el fútbol, ser profesional. Y después con darle una casa a mi mamá, y nada más. Soy bastante básico.

–Todo el tiempo hablas de tu mamá adoptiva.

–Mi mamá me adoptó sola, divorciada del papá de mi hermano. Yo siento que mi mamá tuvo unos ovarios gigantes para agarrar una papa caliente. Fue muy jugado lo de ella conmigo. Ella es una luchadora de la vida. Yo la amo, la amo, y a mi hermano también. Me dieron de todo, y él nunca se quejó, nunca tuvo un comentario malo para conmigo. Los amo y soy agradecido, al igual que a mi abuela. Me dieron una familia, tengo primos, tíos, amigos, somos una banda, y ellos fueron excelentes conmigo.

–¿Qué sentís cuando ves las noticias que llegan de Haití, que no son buenas? ¿Te afecta? ¿Te gustaría volver?

–Llevo mi sangre haitiana a todos lados, y estoy totalmente orgulloso de ser haitiano, pero como no crecí allá, más que por video no conozco. No tengo mucha familiaridad. Pero sí me gustaría de más grande, si soy futbolista y todo sale bien, ayudar al país, me encantaría.

Amy Freirilus con su mamá

SU GRAN AMOR. Amy junto a su familia adoptiva. No para de elogiarlos por el cariño que le dieron.

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