Arroyos olvidados, naturaleza intacta para recorrer en un kayak

Arroyos olvidados, naturaleza intacta para recorrer en un kayak


Unos amigos kayakistas me habían comentado lo hermoso y agreste que estaba el arroyo Sábalos y su continuación, el 9 de Julio. Con la llegada de la primavera, decidimos volver a recorrerlo para ver el Delta como era antes. Estas travesías de exploración permiten descubrir naturaleza virgen por doquier, antiguas casas y pobladores isleños.

En estos lares hay mucho por recorrer: 725.000 ha de diversidad salvaje y más de 350 ríos y arroyos ideales para navegar a remo. Toda la zona puede recorrerse casi sin sobresaltos, con escasa presencia de lanchas y cruceros, lo que permite asomarse al Delta virgen. En esta salida de fin de semana decidimos hacer una parada de campamento en el interior de la isla. Elegimos el parador El Fondeadero para hacer base con las carpas y, desde allí, iniciar la recorrida.

Nuestra primera escala

Un mediodía nublado y ventoso zarpamos río arriba, copiando la margen del río Sarmiento hacia el San Antonio. Los días desapacibles son ideales para el kayak: nos liberamos de motos de agua y lanchas que invaden el Delta los fines de semana. Pronto llegamos al espectacular río San Antonio, con su hermosa vista de la ciudad de Buenos Aires. Un poco más adelante pasamos el complejo Sarthou y la desembocadura del arroyo Dorado, y ahí nomás el parador Sai Ba. Seguimos por la margen derecha, bien pegados a la costa, porque la corriente en contra se hacía sentir. Los remeros, poco a poco, fueron soltándose y navegando más relajados.

Al internarnos en el Delta profundo las casas isleñas, las chatas cargadas de formio y álamos, y las familias en la ribera nos daban la bienvenida a un mundo singular. Ya en el Arroyón, el ambiente se volvió más agreste: juncales, bosques de sauces y álamos nos rodeaban en silencio. Avanzábamos a buen ritmo, observando bandadas de biguás y patos. Al caer el sol superamos el arroyo y parador Borazo, y nos detuvimos a hidratarnos.

En algunos tramos aparecían hermosas casas de fin de semana, y en otros, intactos bosques de casuarinas y ceibos. El Arroyón comenzó a zigzaguear entre juncales. Por momentos el cielo se encapotaba y amenazaba tormenta. En ese tramo preferimos seguir por la margen derecha para evitar la corriente.

Después de tres horas de remo llegamos al canal Honda y, más adelante, al histórico parador El Fondeadero, donde establecimos el campamento. Mientras tomábamos mate, armamos las carpas. Luego de cenar hicimos una caminata por el predio: terreno alto, parrillas, buena arboleda y almacén isleño. Ideal para acampar.

Rumbo al arroyo 9 de Julio

A la mañana siguiente el cielo seguía amenazante, así que sin demoras desayunamos y zarpamos. Tomamos primero el canal Honda y luego el hermosísimo canal Hambrientos, hoy casi abandonado. Es tan bajo que casi no se puede navegar a motor. Nuestros kayaks avanzaban rozando el fondo arcilloso. Las riberas ofrecían paisajes de ensueño: bosques vírgenes de ceibos y sauces, y grandes juncales.

Observamos también viejas casas isleñas, memoria de una época en la que muchos pobladores se dedicaban a la pesca y la caza de carpinchos, lobitos de río y nutrias. Hoy casi no se ve población joven en esta zona. Desde media mañana, el viento sur empezó a arreciar. 

Un sauce caído obstaculizaba el paso y tuvimos que sortearlo. Más adelante, al llegar a aguas someras, nos bajamos y caminamos por el lecho del arroyo. La geografía viva del Delta se modifica constantemente.

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Finalmente, salimos al imponente canal Mitre y desde allí nos dirigimos al arroyo 9 de Julio, nuestro destino. El oleaje en contra dificultaba la remada. Palada tras palada, avanzamos. El esfuerzo se sentía y el viento cruzado exigía concentración para no perder el rumbo. Pegados a la costa, evitamos las peores correderas del Paraná.

Delta virgen

Al ingresar al arroyo 9 de Julio todo cambió. Un paisaje mágico, sin ruidos y sin construcciones. Sólo juncales, ceibos, álamos y aves por todas partes. Vimos garzas moras, martín pescadores y cientos de biguás anidando. Luego paramos en una playa para almorzar y estirar un poco las piernas. 

Todo era majestuoso y solitario. Por la tarde, con corriente a favor, seguimos remando en silencio, ilusionados con ver carpinchos o ciervos de los pantanos. No aparecieron. Tras dos horas de remar llegamos nuevamente al arroyo Sábalos. Si bien hay más presencia de isleños, todavía mantiene ese aire agreste, de Delta poco explorado.

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Fueron dos días en medio de la naturaleza, recorriendo en kayak uno de los parajes más lindos del Delta. Uno se siente pionero en esta geografía deslumbrante. Remarla en primavera será aún más deslumbrante por la temperatura agradable y la paleta de colores de la época.


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