La gran apuesta fallida: River afuera de la Copa y Gallardo, en deuda

La gran apuesta fallida: River afuera de la Copa y Gallardo, en deuda

River quedó eliminado de la Copa Libertadores y el golpe fue mucho más doloroso que el resultado de una serie. La caída marcó la primera gran crisis del segundo ciclo de Marcelo Gallardo, el técnico más exitoso de la historia reciente del club, que había regresado como un héroe en busca de reeditar los logros de la década pasada. La expectativa era enorme: volver a tener al Muñeco en el banco prometía un equipo competitivo, con identidad y, sobre todo, con chances concretas de recuperar la corona continental. Sin embargo, el desenlace fue exactamente el contrario.

La dirigencia había sostenido el regreso de Gallardo con una apuesta económica sin precedentes. Entre pases definitivos y préstamos con cargos importantes, el club desembolsó más de 60 millones de dólares en los tres mercados de pases del Muñeco. Desde que Gallardo volvió a la conducción del equipo, en junio de 2024, llegaron campeones del mundo con la Selección en Qatar, figuras internacionales de renombre y jugadores destacados del torneo local.

Germán Pezzella (4.500.000 de euros) y Marcos Acuña (1.800.000) fueron los primeros golpes de efecto, el año pasado. Siguieron Fabricio Bustos (4.100.000), Maxi Meza (1.800.000) y otros como Enzo Pérez, libre de Estudiantes. Algunos ya ni siquiera están: Matías Rojas, quien brilló en Racing, quizás sea el caso más sintomático.

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A principio de año llegaron Gonzalo Montiel (4.500.000 euros), Giuliano Galoppo (a préstamo con una opción de compra), Sebastián Driussi (9.750.000), Lucas Martínez Quarta (7.000.000) y Kevin Castaño, el colombiano por el que River pagó 15 millones de dólares (12.600.000 de euros) pero el miércoles, ante Palmeiras, perdió la chance más clara para que el equipo se fuera al vestuario 2-0 arriba.

El refuerzo que más revuelo generó fue, sin dudas, Maximiliano Salas, por el cual River pagó la cláusula fijada por Racing de ocho millones de euros. El mismo Gallardo llamó al delantero para convencerlo. Luego completó el mercado con Juan Carlos Portillo (4.500.000 de euros) y el regreso esperado de Juan Fernando Quintero.

Todos estos movimientos generaron ilusión, porque en teoría el plantel quedaba reforzado en todas las líneas y por jugadores pedidos expresamente por Gallardo. Pero la realidad terminó siendo mucho más áspera: la mayoría de los refuerzos nunca logró ganar protagonismo. Y, en los momentos clave, el equipo se quedó sin referentes capaces de desequilibrar o inclinar la balanza.

La eliminación en la Libertadores se explica también desde lo futbolístico. River exhibió un funcionamiento errático, con lapsos de dominio estéril y fallas estructurales en defensa que los rivales supieron aprovechar. La intensidad y la presión coordinada que habían sido marca registrada de la primera etapa de Gallardo se diluyeron en un equipo que, el otro día en San Pablo, jugó un buen primer tiempo pero dejó muy solo a Salas. Pese a tamaña inversión, River no consiguió un goleador confiable que resuelva partidos cerrados. Borja se diluyó hasta el extremo. Driussi nunca se consolidó. La sensación es que al conjunto le sobran nombres, pero le faltan sociedades y una idea clara de juego. Un equipo.

En este contexto, Gallardo también quedó expuesto. Durante su primera era, el entrenador parecía tener siempre una respuesta táctica para cada desafío. Movía piezas, cambiaba esquemas o encontraba soluciones desde el banco que terminaban torciendo series complicadas. Esta vez, en cambio, no hubo plan alternativo convincente. Cuando el equipo se vio superado, el técnico no encontró los cambios ni las variantes para revertir la situación.

El contraste con su primera etapa es inevitable. Entre 2014 y 2022, Gallardo construyó un equipo competitivo, con fuerte identidad colectiva y futbolistas que crecían bajo su conducción. Ahora, con una base distinta y mayores exigencias, no logra transmitir la misma mística. Y aún no pudo ganar ningún torneo.

La eliminación abre múltiples interrogantes para el futuro inmediato. River deberá replantearse si la estrategia de gastar millones es suficiente para sostener la competitividad internacional. El club, que apostó a un presupuesto ambicioso, corre el riesgo de desbalancear sus finanzas sin los ingresos que garantizaba avanzar en la Libertadores. Gallardo, por su parte, enfrenta un desafío inédito en su carrera como técnico: reconstruir su propia figura de intocable, lidiar con un plantel caro pero sin resultados y, sobre todo, convencer al hincha de que su proyecto todavía tiene rumbo.