Marcelo Gallardo sabe que su equipo está sumergido en una crisis de la que no parece haber encontrado el piso. Por eso sus gestos adustos. Por eso sus caras de extrema preocupación. Por eso ese ademán en el que se agarró la cabeza, diciendo “no lo puedo creer, no lo puedo creer” ante el penal errado por Borja. Por eso el silencio al final que, una vez más, habla. Y aturde.

En ese contexto, el Muñeco empieza a diagramar una semana más que clave. Porque lo que estará en juego el domingo en la Bombonera será más que un superclásico: si ya de por sí siempre este partido es aparte y extremadamente importante, ahora tomó aroma de final (final en serio) por el ingreso a la Libertadores del año que viene.

Y la primera decisión del DT, comunicada a los jugadores en un vestuario bastante golpeado, fue la de no trastocar los planes habituales cada vez que se avecina una semana larga de trabajo, sin partidos en el medio: así como suele hacer, les dio este lunes libre a sus dirigidos, por lo que los entrenamientos previos al superclásico comenzarán el martes a las 10 en el Camp.

Serán cinco prácticas en las que el DT deberá levantarle el ánimo a un plantel que hace rato no juega como pretende. Y que no le quedará otra que cambiar precisamente en uno de los encuentros más complicados del semestre: Boca, en la Bombonera, asoma como un desafío complejo para un equipo que no se pudo imponer al 26° (Sarmiento) y 22° (Gimnasia) de la anual en su casa, donde solía montar un fuerte.

En la semana, además, podría haber una conferencia de Gallardo en Ezeiza, luego de su decisión de no hablar post derrota contra el Lobo. La sensación de este domingo fue que quiso evitar preguntas que él mismo en su momento catalogó de “esperadas” o “lógicas” y respuestas que podían hacer ruido.

Algo que se viene repitiendo con mayor frecuencia y que ya se había dado curiosamente luego de dos triunfos, ante San Martín de San Juan (31 de agosto, última alegría en el Monumental) y Talleres (18 de octubre, la victoria más reciente). También, en contexto de eliminación, como contra Independiente Rivadavia, cuando optó por no responder preguntas y dar un monólogo.

Ante Gimnasia, en un estadio caldeado, por primera vez en sus 499 partidos dirigidos en River a Gallardo lo tocó implícitamente una canción negativa de la tribuna: el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, en tono furioso, se escuchó en el Monumental por primera vez desde que él es entrenador.