Las apacibles playas de Agadir, que en los primeros siete meses del año recibieron a casi 840.000 turistas, son una invitación al sosiego. Quien se siente frente a la inmensidad del Océano Atlántico difícilmente podrá asociar ese paisaje marroquí a una tragedia. Sin embargo, los habitantes más longevos todavía pueden dar cuenta de que esta ciudad, ubicada 470 kilómetros al sudoeste de Rabat, prácticamente desapareció hace 65 años.
A minutos de la medianoche del 29 de febrero de 1960, un año después de la visita del ex primer ministro británico Winston Churchill y del magnate griego Aristóteles Onassis, Agadir tembló durante poco menos de 15 segundos. Un terremoto de 5,7 en la escala de Richter devastó la ciudad. En algunos barrios, los más cercanos a la zona montañosa, la destrucción fue de entre el 90% y el 95%.
Agadir contaba entonces con 45.000 habitantes: alrededor de 15.000 fallecieron y cerca de 25.000 resultaron heridos. Nadie salió indemne. “Toda la nación está de luto y será ella quien reconstruya la ciudad. La reconstrucción de Agadir será obra de nuestra voluntad y nuestra fe”, afirmó un día después el rey Mohammed V, quien el 30 de junio colocó la primera piedra de la obra.
Como el epicentro del terremoto había estado justo debajo de la ciudad, se decidió que la reconstrucción se hiciera un par de kilómetros al sur y ajustándose a las normas de sismorresistencia. Esa nueva Agadir, parida por un desastre natural, es hoy el balneario más importante de Marruecos con un paseo marítimo de más de nueve kilómetros y 340 días de sol al año.
Según un informe del Consejo Regional de Turismo de Souss-Massa, en los primeros siete meses de 2025 llegaron 839.053 visitantes a Agadir, que hoy tiene medio millón de habitantes. Esto marcó un incremento de 10,31% con respecto a 2024 y de 28,35% sobre 2019, el último año previo a la pandemia de covid-19. Entre los extranjeros predominan los británicos, los franceses y los polacos, pero también muchos marroquíes eligen estas playas para sus vacaciones.
Para los turistas, las playas son las atracciones principales de Agadir. Para los futboleros, el magneto está en el otro extremo de la ciudad, al oeste y a los pies del Alto Atlas, una cadena montañosa que forma una barrera de aproximadamente 750 kilómetros y traza la frontera entre el Marruecos sahariano y el Marruecos atlántico y mediterráneo. Allí está el Estadio Adrar.
Este recinto es la casa del Hassania Union Sport Agadir, un equipo que vivió sus años de gloria a principios de este siglo (obtuvo la liga marroquí en 2002 y 2003) y en el que trabajó entre 2015 y 2019 el entrenador olavarriense Miguel Gamondi. Fue inaugurado en octubre de 2013, dos meses antes de acoger cuatro encuentros del Mundial de Clubes de ese año, que ganó el Bayern Múnich alemán. Y será una de las sedes de la Copa Africana de Naciones, que se disputará entre el 21 de diciembre y el 18 de febrero, y del Mundial 2030.

Estos dos grandes compromisos han hecho que, al igual que en otros recintos del Reino, se trazara para el Adrar un plan de remodelación en dos etapas. La primera, que comenzó hace un año y se está cerrando en estos días, incluyó el cambio del terreno del juego del estadio principal y de los campos de entrenamiento, el reemplazo del sistema de iluminación halógena por focos LED, la modernización de los vestuarios y otros espacios interiores, el aumento de la capacidad del estacionamiento (de 2.600 a 4.100 plazas) y de la cantidad de boleterías, y el cambio de butacas en los sectores VIP, aunque sin alterar una pizca el tono verde que es una señal de identidad del coliseo.
Esto permitirá que el estadio albergue ocho encuentros de la Copa Africana de Naciones. El primero será el que protagonizarán Egipto, el seleccionado más ganador del continente (logró siete títulos), y Zimbabue el 22 de diciembre. Luego otros cinco partidos de la fase de grupos, uno de los octavos de final y uno de los cuartos se jugarán en este escenario, cuya imagen exterior semeja el pie de una montaña. De hecho, Adrar significa “montaña” en tamazight, una de las dos lenguas oficiales del país (la otra es el árabe).

Después del certamen continental, la maquinaria pesada volverá para la segunda etapa de la remodelación, cuyo objetivo principal es adaptar el estadio a los estándares de la FIFA para el Mundial 2030. Entre los trabajos que se realizarán, se ampliará la capacidad de 41.144 a 46.000 asientos. Para ello, se bajará la altura del campo de juego, se suprimirá la pista de atletismo y se añadirá un anillo inferior, un procedimiento similar al que se hizo en el Estadio Ibn Batouta de Tánger y al que se hará en el Gran Estadio de Marrakech.
Además, se colocará un techo panorámico de 360 grados (actualmente solo está cubierta la platea oficial) y se construirá un miniestadio anexo, que es uno de los requerimientos de la FIFA para la Copa del Mundo. Todo ello, acompañado por un plan de forestación en los alrededores del estadio para contar con mayores zonas verdes.
“Esta es una arquitectura muy especial. El estadio encaja perfectamente en el entorno, que es una zona montañosa. Por eso se llama Adrar”, explica a Clarín Hicham Allouli, director regional de la Sociedad Nacional de Construcción y Gestión de Equipamientos Deportivos (Sonarges), el organismo público marroquí encargado de la planificación, la edificación, la administración y el desarrollo de infraestructuras deportivas a nivel nacional.

Al igual que el resto de las obras de infraestructura deportiva, la remodelación del Estadio Adrar, a la que se destinarán alrededor de 2.950 millones de dirhams (327 millones de dólares) entre sus dos etapas, es parte de un proyecto más amplio de desarrollo integral. Entre los trabajos en ejecución o proyectados en Agadir están la ampliación de la ruta de circunvalación noreste, la construcción de la presa de Tamri y el aumento de la capacidad de la planta desalinizadora de agua de mar de Chtouka.
“El Estadio Adrar es una infraestructura importante a nivel regional y nacional, y sin duda contribuirá al crecimiento de la región y del país. Creará una dinámica a su alrededor, una sinergia entre la población de la ciudad y de la región”, afirma Hicham Allouli.